36 exposiciones
- Libertatem
- 28 abr 2020
- 2 Min. de lectura
Y es que muchas veces no sé, no sé qué sensación es, solo emerge; cómo surge y se queda. Y no sé, no sé administrarlo. Insertada en una fotografía cuyos bordes negros van desvaneciéndose hasta llegar a mí, y no veo, no veo más allá de la punta de mi nariz. Pues enciende la luz, me dice alguien; yo siempre respondo, no encuentro el interruptor. Una parte de mi intenta huir, pero, tampoco sabe a dónde ir. Decisivo, como el disparo único de una cámara analógica, colocas los parámetros, tienes la foto, pulsas, ¿Qué saldrá?
Dentro de la caja de los recuerdos. Ahora se ha hecho todo oscuro, ahora ni la punta de mi nariz puedo ver. Qué momento más delicado. Con mucho cuidado saco los recuerdos de la cámara, pero antes, me aseguro que no entra ningún rayo de luz, pues sería suficiente para que alguno de los fotogramas se revelase. Enrollados en el punto de origen, se preparan para un nuevo giro, pronto recibirán la luz, pero aún no saben ver.
Parados en mitad del túnel, ya se encuentran dentro del tanque, desde allí parece entreverse unos rayos de luz. Aún así la incertidumbre sigue, es normal, se carece de experiencia. Revelado, Paro y Fijador, esenciales a pesar de su pésimo olor, pero no hace que abandones el proceso. Golpes delicados en el culo del tanque explotarán las burbujas generadas por los químicos. El agua eliminará los restos.
Y, justo en ese instante, abandonó el cuerpo de imagen latente.
Ya está, que lejano parecía. Cuestión vital del tiempo. Ahora Kodak se encuentra desplegando el carrete, escurre las últimas gotas y lo deja secar. Ahí está, el negativo, indispensable para el positivo. Esta vez salió borrosa a pesar de colocar los parámetros correctos- creí. Por suerte, se trata de un carrete de 36 exposiciones.

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